Yessica Falcón Ramírez
Abogada
El universo está sometido a leyes que determinan todo cuanto acontece: leyes de tiempo y espacio, ley de la gravedad, etcétera. Estas leyes las aplicó Dios al hacer la creación, es decir, todas las leyes tienen su origen en la palabra de Dios.
Y esto tiene fundamento científico con un hecho comprobado por la NASA. De acuerdo con la revista virtual Narkive Newsgroup Archive, se confirmó con la Biblia –en el libro de Josué 10:12-13 y Segunda de Reyes 20:8-11– que Dios detuvo el tiempo exactamente 24 horas. El Sol y la Luna se detuvieron. Además, el Sol retrocedió diez grados y ocasionó la pérdida de un día: 23 horas, 20 minutos y 40 segundos.
Tras los cálculos espaciales del tiempo, realizados por la NASA, se concluyó que la ciencia ayuda a confirmar que existe un Dios que creó y controla las leyes del universo. Y esto está en concordancia con el Salmo 24:1: “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo y los que en él habitan”.
Evidencia de las diferentes leyes que rigen el universo son las leyes de la relatividad y la termodinámica; otras leyes que Dios empleó y que aún son desconocidas por el hombre son las que todos apreciamos con nuestros sentidos. Y lo confirma la Biblia en el Salmo 19: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”.
El infinito cielo y la variedad de personas, tipos y razas de animales, la diversidad de vegetación en todo el mundo, una catarata en la selva, un arco iris en el cielo, el desarrollo de un bebé en sus diferentes fases, los miles de especies y colores captados por nuestros sentidos son solo un reflejo de la gloria de Dios. Por eso en la playa disfrutamos y saboreamos la gloria de Dios en un lindo atardecer y cuando alguien es papá, ese sentimiento de haber participado como instrumento en la creación de otro ser humano, son solo experiencias inexplicables que, en realidad, son expresiones de un Dios omnipotente y perfecto, digno de ser adorado y exaltado.
Y todo ello no es más que el reflejo de la gloria de Dios. Así se echa por la borda una serie de teorías que explican la creación por medio del azar y se confirma que la materia no es capaz de evolucionar con tanta perfección y generosidad, puesto que, sin un diseñador, la materia no puede haberse creado por sí misma; no es capaz de reproducirse y, sobre todo, de crear vida, seres que tienen alma y espíritu, seres con raciocinio y capacidad de trascender, como los seres humanos, reflejo de la gloria de Dios.
El “derecho natural”, es decir, los derechos inherentes a la naturaleza humana –tales como el derecho a la vida, a la integridad física, a la identidad, etcétera– otorgan al ser humano características que lo vinculan con lo trascendental. Así surge un “derecho positivo” que recoge en códigos, en constituciones, aquellas normas que reflejan esta relación: Dios es legislador y el hombre lo imita (Isaías 33:22).