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12 de enero de 2006

Biografias: Jaguares


De Caifanes a Jaguares
Jaguares nació de la vida anterior de Hernández y André en la agrupación Caifanes, la banda Mexicana de los finales de los años 80 más importante y con mayor éxito comercial. Los dos tocaron juntos primero en Las Insólitas Imágenes de Aurora, un proyecto de corta duración que se formó cuando un amigo estudiante de film de André necesitaba una banda para que tocase en su fiesta para así poder cobrar por la admisión. Hernández pasó de ahí a crear Caifanes con otros músicos pero el destino no los mantuvo aparte por mucho tiempo – para el tercer concierto de Caifanes, André ya estaba en la batería. Caifanes fue una de las primeras bandas de la escena musical subterránea mexicana que fue firmada por una disquera grande. Desde 1988 hasta 1994, Caifanes lanzaron 4 álbumes clásicos y cruciales para la evolución del rock mexicano; Caifanes en 1988, El Diablito en 1990, El Silencio en 1992, y El Nervio del Volcán en 1994. El primer álbum de la banda vendió 80,000 copias, sin contar con un hit de radio ni una campaña de marketing en grande. Este logro dejó estupefacta a la industria musical mexicana porque demostró algo que miles y miles de chicos y chicas ya sabían – los fans de la música de rock ahora tenían una voz a través de la música y las letras de Caifanes.
Después del primer álbum, se lanzó un EP con una versión propia de Caifanes del clásico cubano La Negra Tomasa (que volvió a salir a la luz como una canción extra en el re-lanzamiento de su primer álbum). El EP – que vendió casi un millón de copias – es uno de los ejemplos más tempranos de la visión con la que cuenta Jaguares de la riqueza del patrimonio musical latinoamericano: una visión que entiende que este patrimonio transciende generaciones y sobrevive como una influencia vital y poderosa.
“Empezamos antes de que el rock en México quedara en manos de las grandes compañías”, recuerda André, que cuando toca la batería intercambia fácilmente ritmos machacantes y juegos rítmicos sutiles. “No teníamos nada. No había equipo, no había lugares para tocar, ni repercusión en la prensa. No podías ni soñar que te ibas a ganar la vida como músico de rock. Entonces lo hicimos porque queríamos hacerlo. Y, aunque la industria ha cambiado, aún es así. Hacemos lo que hacemos porque nos encanta hacerlo.”
Como tantas bandas de la Ciudad de México de los años 80, Caifanes emergieron de las cenizas del terremoto de 1985 – una catástrofe que convirtió a la ciudad en escombros y que engendró una nueva generación de cronistas armados con una nueva urgencia creativa y social. Al respecto, dice Hernández, “No sóo se sacudió la tierra. Nos sacudió a todos como personas. Cambió nuestra forma de pensar. El terremoto movió todo. Fue una representación de la situación política y social de ese tiempo: OK, México se está moviendo pero no sabemos qué rumbo va a tomar. La tierra nos estaba diciendo a todos que nos teníamos que despertar y nos pedía que respondiéramos.”
Cuando llegó el momento para su respuesta, Hernández y André se metieron dentro de su pasado musical. Los dos crecieron adictos a los Beatles, mientras que André – que suele compartir autoría de los temas con Hernández – se sumergió también en Zepellin, y King Crimson y, a través de la radio de sus padres, en Juan Gabriel y José José. Pero para Hernández, después de que los Beatles le mostraron la luz como músico, el tema de David Bowie titulado “Life on Mars” fue lo que le mostró el camino a seguir como autor. “Fue una de las canciones más bellas que jamás hubiese escuchado,” dice Hernández. “Abrió otra puerta en mi. La canción era una invitación para descubrirme a mi mismo.”Cuando Hernández estaba creciendo en el barrio Colonia Guerrero, un barrio duro de la Ciudad de México, su madre le solía prevenir sobre los muchachos que se aposentaban en las esquinas, con sus cortes de pelo llenos de vaselina estilo Prince Valiant, pantalones de cintura alta y actitud rebelde. Entre ellos mismos se llamaban 'caifanes' y a Hernández nunca se le olvidó como lo hicieron sentirse. “Tenían una imagen misteriosa,” recuerda. “Ya había pensado en formar una banda que, como los caifanes, tenía las mismas idea sobre la vida – los mismos deseos de confrontar a la sociedad y esa misma fantasía, ese mismo romance sobre la vida. ¿Como podíamos plasmar esto musicalmente?”La actitud rebelde de Caifanes como exponentes de la auténtica música subterránea mexicana puede parecer a mil leguas de la historia de éxito que sigue siendo Jaguares. Pero para Hernández, el espíritu de esos años formativos en México, cuando el rock estaba activamente marginalizado por el gobierno y por los medios de comunicación, nunca dejará de impregnar su música. “Siempre debes de confrontar y ser subversivo,” insiste. “De otra forma te conviertes en un hijo de puta capitalista y pierdes toda tu integridad. Y esta es la razón por la cual estamos aquí - mantenernos en contacto con el espíritu original es natural para nosotros.”
Jaguares: una banda de largo recorrido
Con cada álbum de Jaguares, Hernández incluye comentario político y social sobre la visión de la banda. Desde apoyo a las culturas indígenas mexicanas, a la condena de la corrupción del gobierno mexicano.
“Yo solía tocar música en las calles,” dice Hernández que ha escrito temas como Las Ratas No Tienen Alas y La Vida No Es Igual. “Crecimos en circunstancias que nos enseñaron que la desigualdad en México es algo muy serio. México es uno de los países más pobres del mundo y es también uno de los países con más concentración en el mundo de gente rica. Hay dos millonarios mexicanos que tienen un tercio de las riquezas del país, mientras que cuarenta por ciento de la población se muere de hambre. No soy un político y jamás lo seré, pero trato de tomar ventaja de los espacios que me son dados y hablo con la gente. Tienes que hacer algo. Si no es de forma pública, hazlo aunque sea en tu casa, en tu vida. Cambia lo que sabes que no está bien, de la forma que puedas.”
Jaguares nació después de que una serie de cambios dramáticos de alineación, peleas entre la agrupación y batallas con las disqueras, hicieron que Caifanes muriera. Era un momento en el cual Hernández estaba preparado para enfocar de nuevo sus metas como artista. Decidió que quería crear un grupo que, en vez de funcionar como una banda tradicional, de la forma que lo hacía Caifanes, funcionaría como un taller dedicado a la búsqueda libre de invención musical. “Queríamos una banda construida sobre la libertad creativa, sin roles tradicionales, y que no hiciera música ni por contratos ni por dinero,” dice Hernández. “Descubrimos una nueva forma de trabajar, una nueva forma de crear música donde hay libertad total. Ahora estoy tan feliz porque nos hemos convertido en la banda que siempre soñé tener, una banda que se organiza a sí misma. No la compañía. Una banda de músicos.”
Después de experimentar con distintas agrupaciones en Equilibrio, Bajo El Azul de tu Misterio, y Cuando La Sangre Galopa – incluyendo al guitarrista José Manuel Aguilera, al bajista Federico Fong, y el bajista Sabo Romo – la alineación actual de Jaguares incluye al bajista Chucho Merchán, al percusionista Leonardo Muñoz, y al guitarrista César “Vampiro” López, quién ha estado con la banda desde Bajo El Azul de tu Misterio. López, un experto en producir melodías para canciones como Viejo El Mundo y Hasta El Último Planeta, se unió a la banda respondiendo a una invitación de Hernández después de el lanzamiento de El Equilibrio, y es un veterano de dos bandas prominentes de su Guadalajara natal: Maná, y rockeros alternativos Azul Violeta. Conoció a Hernández y a André cuando Azul Violeta abría los conciertos de Caifanes en Guadalajara y López era sólo un fan.
“En esa era del rock mexicano,” recuerda López, que creció con una dieta estable de boleros y música tradicional mexicana antes de ser infectado por el virus del rock, “el rock estaba muy reprimido. Así que bandas como Caifanes, que lograron salir de la oscuridad para convertirse en gigantes – eran mis héroes. Ellas crearon la infraestructura que en esos días no existía.”
Los Jaguares que se escuchan en el álbum El Primer Instinto de 2002 - un álbum retrospectivo vibrante y multi-genracional, y una culminación de lo que Hernández y André han estado buscando devotamente desde sus años con Caifanes - es un Jaguares que, después de años buscando la medida apropiada, por fin la ha encontrado.“Es un buen momento para nosotros como banda. Lo estamos disfrutando mucho. Saúl y yo hemos estado juntos por tantos años que es como si fuéramos hermanos. Hemos pasado por odio, amor, y todo lo que hay de por medio. Hemos aprendido a trabajar juntos de una forma en la cual no nos ponemos nerviosos el uno con el otro. A él le gusta lo que yo hago, y a mi me gusta lo que él hace. El resto de la banda: Chucho, Vampiro, y Leo, hacen que todo sea muy fácil. Son unas personas fantásticas con las cuales trabajar – músicos muy buenos y personas excelentes. Y todo esto ayuda a la música.”
Porque Jaguares saben que longevidad no es un rasgo asociado al rock mexicano, miran hacia atrás con orgullo a sus 15 años de lucha por crear música a su manera, de acuerdo a su propio espíritu, y de acuerdo a sus propios misterios. “Trato de dejar que las cosas floten y de mantener mi mente abierta y fresca,” dice Hernández. “Trato de no ver lo que está justo en frente de mi – la banda, el álbum, el éxito, lo que sea. Todo eso está en el pasado. Cada álbum es una nueva banda, un nuevo álbum, nueva música. Siempre es como si fuera el primer álbum de nuestra carrera – la necesidad de hacer algo fresco, algo nuevo, algo urgente. Empecemos desde cero y veamos lo que tenemos dentro.”

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